Por Joel Tanguila
Cada 22 de mayo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Diversidad Biológica, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la importancia de proteger todas las formas de vida que habitan nuestro planeta. En un contexto donde los ecosistemas enfrentan amenazas sin precedentes, es urgente visibilizar las voces que, desde los territorios, defienden la vida con acciones concretas y compromiso inquebrantable. Hoy, comparto mi historia como activista amazónico: cómo llegué a representar a mi comunidad en la COP16 sobre Biodiversidad, lo que viví en ese escenario internacional y lo que significó regresar con nuevas fuerzas a mi comunidad en la Amazonía ecuatoriana.
Me llamo Joel Tanguila. Soy activista amazónico por el clima, defensor del territorio y coordinador del proyecto de conservación de abejas amazónicas en la comunidad de Atacapi, en la región amazónica del Ecuador. Nací entre los árboles y ríos de la selva, guiado por los saberes ancestrales de mi pueblo y el profundo respeto por la naturaleza que nos da vida.
Llegar a representar a las juventudes de mi país en la COP16, celebrada en Colombia, fue el resultado de un camino de preparación constante. Conté con el valioso acompañamiento de mentores y formadores de UNICEF, quienes compartieron herramientas para la participación efectiva, la incidencia internacional y el liderazgo juvenil. Gracias a ese apoyo, afiné mi mensaje y fortalecí mi voz para representar a quienes rara vez son escuchados en estos espacios globales.
Mi participación en la COP16 nació del deseo profundo de ser vocero de mi comunidad y de tantos jóvenes que, desde sus territorios, defienden la vida. Sentí la responsabilidad de visibilizar los esfuerzos impulsados por el conocimiento tradicional indígena, que ha demostrado ser esencial en la conservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.
Durante la COP16, participé en el panel “Experiencias de incidencia climática territorial por parte de niñas, niños, adolescentes y jóvenes”, donde compartí la experiencia del proyecto que lidero en Atacapi: la conservación de abejas amazónicas. Este proyecto busca proteger a estos polinizadores esenciales mediante prácticas que unen el conocimiento ancestral con la innovación comunitaria. Más allá de cuidar abejas, buscamos preservar una forma de vida que honra a la naturaleza.
También fui respaldado por el Movimiento de Liberación Negra e Indígena (BILM), un espacio que lucha por una justicia ambiental, social y racial. Esta alianza me permitió posicionar nuestras identidades colectivas en el debate global, demostrando que no puede haber conservación sin justicia territorial.
La conferencia fue un espacio profundamente inspirador. Conversar con personas de diversas culturas y trayectorias fue una experiencia transformadora. Sentí orgullo, esperanza, responsabilidad y alegría al ver que las voces de nuestras comunidades eran escuchadas y valoradas. Conocí a jóvenes líderes de todo el mundo, con quienes compartimos la visión de una lucha común por un planeta justo, sostenible y digno.
Uno de los momentos más emotivos fue presenciar la aprobación del Órgano Subsidiario 8j, un mecanismo histórico que garantiza la participación activa de los pueblos indígenas en la toma de decisiones sobre biodiversidad. Fue un reconocimiento a nuestra sabiduría ancestral y una muestra de que la lucha colectiva puede generar cambios reales.
Regresé a Atacapi con el corazón lleno. La COP16 no fue solo una conferencia, fue una afirmación de que las juventudes indígenas tenemos un papel protagónico en la defensa de la vida. Nuestra cercanía con los territorios y nuestro compromiso con la tierra nos convierten en actores clave para los procesos de decisión global.
La lucha continúa. Y desde el bosque, con el zumbido de las abejas y el eco de nuestras voces, seguimos sembrando futuro.